¿Quién es perfecto? Me pregunto mirándome. Nadie, pero nos lo creemos. Los demás son los imperfectos, los demás son los tarados, los demás son los colgados.
Pero, ¿quién de nosotros está libre de quedarse pegado como un pequeño insecto en la tela pegajosa de araña de la enfermedad? No somos sagrados ni invencibles. La vida, sabia como la que más, te pone en jaque cuando te despistas, cuando la sordera interna se agrava y viene con sus vaivenes a despertarnos.
¿Quién está libre del dolor? Me pregunto. Funcionamos como las piezas minúsculas de un reloj de pulsera. Engranaje mecánico que pone en marcha el camino a seguir. Basta que una pieza se rompa para que algo quede herido en el centro. No somos perfectos. Somos limitados, pero lo somos ante la creencia absurda y vanidosa de seres intocables.
El pasado mes de Mayo, escuchaba las palabras de Fernando Muñoz en el centro de congreso, fueron palabras que deberían haber sido escuchadas por muchos, palabras plenas de sabiduría que nos dejaron al descubierto. Palabras, que procedían de una mente maravillosa capaz de ver más allá, que nos hicieron sentir que muchos, considerados sanos y cuerdos, llevamos taras escondidas y prejuicios en una sociedad que estigmatiza a quienes son distintos de lo estipulado.
Es fácil decir que una tarea es admirable cuando el aplauso aún resuena y las luces de los escenarios aún dejan su rastro de luminiscencia. Es fácil dar la palmadita en la espalda y dejarse llevar por las adulaciones cuando llegan. Por ello, ciertamente, es más que loable la labor de “Amigos camino de futuro”, porque las luces se apagan, los aplausos se callan y ellos vuelven a su tarea de espacio igualitario para todos, a su batalla de aceptación serenada, a sus sombras y a su constante búsqueda de espacio.
Nos quejamos tanto, nos ponemos tantas trabas invisibles ante los retos, que cuando conoces a esta asociación y a las personas que la componen, una sombra de vergüenza interior te va tirando del dobladillo de la falda de la conciencia, como un niño pequeño que pide tu atención. Capaces de pedir en voz alta respeto merecido para los enfermos mentales. Respeto y defensa, “porque nosotros sí estamos sanos”. Capaces de mostrar sus talentos callados con esa manera tan singular de expresar el arte en sí mismo, unción pura de sensibilidad en su máxima expresión… Escaparate de valores a imitar por su valía ante la sociedad… Capaces de interrogarnos sin discursos ¿qué hay de diferente en ti o en mí?0
Nadie es perfecto, cierto, pero aprendamos de una vez, que en la imperfección está la belleza y la grandeza de cada hombre. Cada ser –como decía el verso- es una gota de rocío… Hallemos el camino, seamos ese futuro.
Olga María Palmero y Gamboa